lunes, 13 de junio de 2011

129.- La calumnia y las falsas informaciones contra mí, me siguen

Dado que están cerrados todos los caminos para obtener la justicia tantas veces reclamada, Madre Le Dieu, el 12 de agosto, se dirigió al Nuncio apostólico:

“Desde hace diez años la calumnia y las prevenciones contra mí me siguen. Si se tratase de mí con mucho gusto me habría anonadado del todo, como es mi constante deseo; pero las repetidas órdenes del Sumo Pontífice Pío IX me señalaron el camino del que nunca me he apartado, no obstante las persecuciones incesantes y sutiles. Siempre he manifestado el deseo de querer poner en Roma el centro de la misión de las Auxiliares Católicas bajo la obediencia inmediata del Sumo Pontífice, para evitar herejías, hoy más que nunca amenazantes. Una persona muy respetable me envía a usted para obtener el informe preciso de mi conducta que me ha sido rechazado en el norte, en el sur y en el centro. Por eso, le ruego quiera indicarme el camino a seguir en este caso”.

El Nuncio la recibió muy amable y le dijo: no hay nada que hacer sino recurrir directamente a la “Congregación para los Ritos”.

Madre Le Dieu, decidida a retomar la dirección de la casa y a reparar los desórdenes, el 21 de febrero de 1881, escribe a la directora de Aulnay diciendo que no quiere vender la casa sino que quiere volver a ocupar su puesto y asumir sus responsabilidades espirituales y materiales. La respuesta, ciertamente dictada, no podía ser más extraña e inesperada: “Acu­samos recibo de su carta, que nos trae más de una sorpresa. Usted habla de venir a dirigirnos en la parte espiritual y en la material. Usted no puede dirigirnos en la parte espiritual porque lo tiene prohibido; ya no es ni siquiera religiosa, es una laica cualquiera y debe llevar el hábito laico: una laica no puede ser superiora de personas religiosas. Usted no puede soñar en retomar el hábito religioso porque la policía la arrestaría inmediatamente. Tampoco tiene ni el derecho ni el poder de la dirección material. Es verdad que es la directora inamovible y tiene el poder y el deber de reunir el Consejo, pero aquí termina todo su poder. El poder administrativo pertenece al Consejo que delega en un administrador.

Usted sólo sabe cometer imprudencias, pedir préstamos que no puede restituir; y ¿no es éste un fraude del que quizá tendrá que dar cuenta en los tribunales? Nosotros la respetamos, no obstante sus culpas; usted nos trata en todos los sitios como rebeldes y, desgraciadamente, le hemos dejado demasiada libertad de la que ha abusado en contra nuestra y en contra de la Obra. Quiera agradecer nuestros humildes respetos en nombre de la (palabras borradas). Sor San Paul, Directora del Protectorado de San José”. Madre Le Dieu escribe: “Habría hecho mejor firmando: secretaria del párroco, porque en la carta no se ve para nada su estilo y tampoco la ortografía”. Y luego añade: He ido tranquilamente a comer”.

Para completar la escena llega esta carta de la Curia de Versailles: “El Obispo no ha contestado y no contestará al informe que yo le he presentado. Por tanto, los intereses del Protectorado de San José requieren irremediablemente que las religiosas que allí se encuentran en este momento, se agreguen a otra comunidad. Gas­tineau c.s.c.”.

No hay otra solución. El 10 de abril se cierra también la casa de Le Vallois. Madre Le Dieu, liberada, injusta e involuntariamente de toda atadura en tierra francesa, puede emprender definitivamente el camino hacia Roma. Le han roto el nido en Francia y quiere reconstruirlo a la sombra de San Pedro, en Roma. Una vez más se dice a sí misma: “La prueba no es el final”.

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