jueves, 30 de junio de 2011

145.- Bien recibida, pero nada recibido

En la festiva y fastuosa Roma Madre Le Dieu vive una pobreza tal que hasta para un eremita de la Tebaida hubiera sido excesiva.

5 de julio de 1881. “¡Ahora sí que puedo observar el voto de pobreza! ¡Cuántas privaciones tengo que hacer! ¡Cómo me gustaría tomar un poco de buen café y de buen vino, zapatos ligeros, viajes en carruaje...! Ya he tenido todo esto y quizá he abusado de todas estas cosas, por eso sufro más. Ángel bueno, haz que me sirva para mi Purgatorio.

Llevo siempre conmigo el cuaderno que contiene un gran número de documentos originales: es mi segundo tesoro (el autógrafo de Pío IX es el primero y representa la piedra fundamental). He llegado después de hacer una larga caminata desde el Puente S. Ángelo para ahorrarme 5 céntimos”.

Los zapatos ríen de rotos y ella forzosamente tiene que comprarse otros nuevos. “Los zapatos más baratos me costarán 7 francos: ¡qué agujero! Mi monedero se quedará temblando”.

La Madre sintetiza así las visitas sin obtener ningún fruto. “Bien recibida, pero nada recibido”. Y con destacada serenidad escribe estas amargas palabras: ”Si yo quisiera morir de hambre no le importaría a nadie”. Pero enseguida recobra su humorismo: “¡Triste miseria!, se anda mucho más ligero cuando el bolsillo está lleno de dinero”.

“¡Providencia de Dios!, ¿cómo no abandonarme completamente a Vos con la confianza más filial?

“Cuando os he mandado sin bolsa y sin bastón, ¿os ha faltado algo? Los Apóstoles le respondieron: “No, Señor. Y yo, que he emprendido este camino para ejercitar la caridad más perfecta, ¿no debo decir lo mismo?”.

Ahora que hemos dado un vistazo al tenor de vida que la Madre llevó en Roma, podemos retomar el orden cronológico de los hechos.

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