martes, 28 de junio de 2011

143.- No me siento en absoluto italiana sino sólo católic

“Desde ayer no hago otra cosa sino irritarme la piel, especialmente los brazos y la frente; siento un picor insoportable y donde me toco noto granitos por debajo de la piel; no hago sino aumentar la inflamación, y esto podría jugarme una mala pasada. Desde ayer también tengo la cara cubierta de granos. Será mejor que pida ayuda.

Me da miedo someterme a una cura en Italia: todavía me acuerdo de las medicinas de hace tiempo y las pastillas que tomé hace unas semanas; me dicen que las medicinas aquí están poco perfeccionadas. En muchos aspectos, Roma es inferior a París: verdaderamente aquí, de bueno, no hay sino algunas fuentes y algunas Iglesias. ¡Cuánta agua se consume para beber! ¡Cuántos refrescos de limón! A todas las horas del día y hasta media noche se oye gritar a los vendedores de limones.

Al pueblo italiano se le reconoce por su dejadez y el dejar pasar. Yo no me siento en absoluto italiana, sino sólo católica”.

Con pocas palabras esboza una escena de una gracia satírica y simpática: “Una mujer se me echó encima con un italiano mal hablado. Salí del paso con un “non capish”.

Sin embargo, aquel pueblo romano, que siempre está dispuesto a sonreír por todo y de todo, en ella enseguida descubrió a una santa.

“Cuando me encuentran, todos me saludan amablemente: las mujeres, las chicas, las niñas, y me besan las manos al menos cincuenta veces al día. También me pasa a menudo cuando voy por las calles, entonces presento la mano izquierda para que la gente pueda obtener la indulgencia a través de mi anillo, bendecido por Pío IX”.

“Sufro mucho en Roma y no me gustan nada sus empedradas calles, pero anhelo ardientemente que el centro de nuestra Obra esté cerca de la Santa Sede”. Así decía y escribía a menudo la Fundadora.

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