lunes, 27 de junio de 2011

142.- ¡Vamos, vamos, vamos, pobre bestia mía!

Aquel pobre “Martín” realmente se merecía una oda y la anciana, a la edad de setenta y cuatro años y seis meses, se la dedica, mientras el catarro le corta la respiración.

Cansado mi cuerpo, cuando habremos surcado

las nubes y del sereno cielo

el inmenso espacio, ¡oh! di, ¿no tienes quizá ya superadas

tantas horrendas brumas?,

¿qué otras esperas aún? De mis males

sólo consuelo he largamente esperado.

Dulce sueño de muerte, yo pido: ¿Cuándo vendrás?

Allá arriba, allá arriba en el cielo

tendré paz; allá arriba sólo mis males

tendrán fin. Pero tú, cansado y frágil,

no te duelas si arrastras aún

el grave peso, y si tregua no tienen

tus ásperas fatigas.

Dios contados tiene tus días:

Él sabe todo y te sostiene,

a fin de que no caigas en esta lucha

penosa, interminable de amor.

Ánimo, pues, oh mi cuerpo cansado, hemos llegado.

No llores más, sino bendice a Dios.

Sin embargo no podía faltar la musa en tono gracioso que cantó a Martín:

Vamos, vamos, vamos,

pobre bestia mía.

La carga arrastramos

aún por la vía.

Un día, sólo un día;

que nos espera a la vuelta

una eterna alegría.

Vamos, vamos, vamos,

pobre bestia mía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario