domingo, 19 de junio de 2011

136.- Sor San Joseph hace milagros con sus pies

Damos rápidamente una ojeada a la hermosa figura de su primera Auxiliar en la Urbe.

Ella, más bien joven, está dispuesta a todo; como la Madre, hizo el callo óseo a las innumerables fracturas y como buen borriquillo tira por la carreta sin jamás lamentarse. Madre Le Dieu le dice bromeando: “Tú haces milagros con tus pies”. El carácter de la fiel religiosa queda reflejado, aunque indirectamente, en esta carta que la Madre le escribe para invitarla a ir a Roma. “Queridísima hija, no se quede con San Juan a los pies de la cruz; hay sitio para usted en ella, sea valiente y venga para quedarse. No pierda sus fuerzas y energías al lado de quien abusa tan claramente. Los primeros días viviremos, quizá, con lo que no tenemos, pero Dios nos ayudará, esté segura. Sin usted, aquí no haré nada. Al principio nos podremos valer por nosotras mismas. Para comenzar la Obra, algunos niños son suficientes.

Yo estoy bien y Dios me sostiene de un modo maravilloso.

Creamos, esperemos, amemos al Señor y no seremos confundidas. Los misioneros, ¿no sufren, quizá, más que nosotras para ganar almas para Dios? Ríe mejor quien ríe el último. Dejemos que digan y redigan. Dios nos invita a escoger la mejor parte, que es trabajar sólo para su gloria. La eternidad será suficientemente larga para descansar bien.

He pasado la noche y el día de Navidad en el Sagrado Corazón; pero las religiosas no han comprado ningún rosario-pulsera porque tenían muchos gastos y cuarenta huerfanitos que mantener. Mañana no sé qué haré con mis sesenta céntimos.

¡Fiat! El ánimo sostiene el corazón pero no el estómago.

El Padre celeste sabe lo que más necesitamos; y puesto que el ánimo me ha sido suficiente hasta hoy, ¡viva el ánimo! Todo se lo ofrezco a Dios.

Si hoy estuvieras conmigo iríamos a ver el Belén de la Basílica de Santa María Mayor; pero yo no me puedo permitir este lujo, teniendo razonablemente que ahorrar esta caminata al pobre Martín.

Cada día, como usted, ahorro las patas de los caballos de Roma más que las suyas (las de Martín) y el pobre animal se resiente; por otra parte, es justo que aproveche del descanso del Señor.

Aquí, durante estas fiestas, se acostumbra a hacer visitas para desear un feliz año. Puede creerlo, yo se lo he deseado con fervor a usted, a los amigos y a los que nos persiguen. Vivamos y muramos en la caridad, hija mía; aunque tuviéramos que reducirnos a nada, sería mucho mejor que hacer el mal al más pequeño de los seres.

La abrazo con la esperanza de vernos pronto”.

Ahora que hemos visto llegar a puerto la barca que ha afrontado tantas tempestades en el mar, durante medio siglo de navegación, detengámonos a observar la vida que la Madre tuvo en Roma.

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