sábado, 25 de junio de 2011

140.- Fuego y calor, bendecid al Señor

Madre Le Dieu sufre enormemente el calor de Roma.

“Es imposible imaginar lo que sufro en las pequeñas, estrechas y cortas calles de Roma. Esto me recuerda las palabras de asombro que me dijo una religiosa, la cual me había acompañado un día entero en Marsella: ”¡Oh, reverenda Madre, no podía imaginar lo que hacía cuando salía fuera de casa!”. Y bien, casi todos los días la misma música: yo voy donde puedo encontrar ayuda o al menos un buen consejo, porque de lo contrario me parecería no corresponder a la gracia. Espero ahorrarme así algún año de purgatorio”.

Pero cuando vuelve a casa no encuentra ningún refrigerio: “A cualquier hora que vuelvo a casa me parece entrar en un horno cerrado”. A su edad el organismo no logra aclimatarse: “Con este calor, la lengua se seca de tal forma que me impide moverla y poder hablar. Me veo obligada a enjuagarme continuamente la boca o a retener el agua fresca sin tragarla. Es una nueva tortura porque me lleva tiempo, pero de no ser así no podría casi ni hablar. Desde hace muchos días siento la lengua seca y por la mañana me cuesta mucho tragar la Santa Hostia; he preguntado en varias farmacias y tiendas por alguna pastilla de menta que, creo yo, me aliviaría un poco, pero ha sido inútil.

He dado una cabezada pero he tenido que cambiarme dos veces y, aún quedándome sentada, me encuentro de nuevo completamente empapada. “Fuego y calor, bendecid al Señor”.

Mucha gente me ha dicho, con razón, que debería tomar algún remedio contra el calor, pero yo no puedo ventilar Roma ni encerrarme en una bodega durante dos meses. Si fuera rica tendría el gusto de tomar unos baños de mar”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario