martes, 21 de junio de 2011

137.- No hago sino sembrar pasos

Esta sorprendente coleccionista de fracasos, ¿cómo se las arregla para seguir su camino, aún cuando todo se derrumba alrededor y sólo queda la muerte que avanza? Su vida, medida con el parámetro de la lógica humana, sin duda, resulta absurda, más bien una locura. Y si del grano de trigo deshecho no hubiera nacido la espiga, que ahora hace más bella a la Iglesia, nadie podría afirmar que Madre Le Dieu haya tenido una mente sana. Las almas santas, cuando se dejan guiar por el Espíritu Santo, actúan de manera sobrehumana aunque a menudo parece deshumana. Entre la gran multitud de santos, Madre Le Dieu no es la primera ni la última en ser considerada una loca.

Ella fue la primera en darse cuenta de que su modo de actuar no se dejaba encasillar en la categoría de la lógica humana y que ante el tribunal de los hombres sería juzgada por loca. Sin embargo, ella estaba más que segura que el tiempo de Dios no coincide con el de los hombres y esperó contra toda esperanza.

Ella, con la seguridad de la evidencia, afirma: Claro, hay tanta desproporción entre lo que quiero y lo que puedo que con razón juzgan locas mis ideas; pero, ¿acaso actúo yo para mí y me fío de mí misma? ¿Qué quiero? A mí no me preocupa lo que se dice o lo que se piensa. Si uno no conoce mi vida comprendo muy bien lo difícil que sea imaginar lo compleja que es.

Parece una cosa clarísima que yo esté equivocada porque no tengo éxito; pero puedo responder victoriosamente: “¿Qué hizo el buen Jesús e incluso los apóstoles y todos los mártires?”.

Bien, sus culpas también son mías; ellos han permanecido fieles a sus ideas, se verá quién reirá el último; y lo digo muy seriamente. Humanamente hablando ni siquiera tengo la mínima posibilidad a mi favor, y si alguien viera el fondo de mi bolsa me acusaría de temeridad.

El cielo parece amenazante y todo conjura contra mí”.

Madre Le Dieu llega incluso a creer que sus religiosas de Aulnay son más útiles que ella: “¿Qué utilidad podrán tener mi vida y mis ideas?

Nuestras hermanas trabajan; es verdad que tienen niños a quien atender, mientras yo, a los ojos del mundo, no hago sino sembrar pasos.

Si Dios no quiere aumentar el número de vocaciones y asegurarnos una buena dirección, mi vida será completamente inútil porque yo no puedo volver a Francia, especialmente a Aulnay, agotada como estoy hasta el extremo. Ahora sabrán que me encuentro en Roma y Grippetto (el diablo), incluso, continuará haciéndonos sufrir”.

No se maravilla de que hombres tan estimados por ella, como Laurençot, rehúsen avalar con su firma una súplica ante la Santa Sede. Todos se limitan a dar ánimos, porque “los ánimos no cuestan nada”.

“Creo que el P. Laurençot no firmará nunca. Nadie da el primer paso, yo lo comprendo; probablemente será como la primera vez: entre el Sumo Pontífice y yo sólo estará el buen Dios. Éste es mi deseo; así nada humano se mezclaría en este asunto”. Sin embargo, esta sembradora de pasos, aparentemente inútiles, está segurísima de que llegará la hora de Dios, y por eso continúa con sus sueños.

Esta pobre excluida, que se ve obligada a ahorrar un vaso de agua, sueña con sembrar el mundo entero de centros de Adoración Reparadora.

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