miércoles, 2 de marzo de 2011

52.- A los pies de la amante de Jesús

El 6 de noviembre, Madre Le Dieu toma posesión de la nueva casa de San Maximino, y enseguida se preocupó de vestirla de fiesta para acoger a sus hijas que habían sido expulsadas del Monte San Miguel. Las pobres hijas llegaron durante la novena de Navidad precisamente el 20 de diciembre de 1869. El encuentro fue sereno y cargado de esperanza. Parecían náufragos atracados en la orilla. En aquel ambiente navideño la angustia se dejaba a los pies de Jesús Sacramentado. De hecho, formada de nuevo la comunidad, Madre Le Dieu había obtenido el permiso para la exposición del Santísimo todos los días desde las seis de la mañana a las seis de la tarde. El día de Navidad se celebró la primera Misa en la capilla, que había sido bendecida el día anterior. La Fundadora comenta: “Como mi intención era en aquel momento la institución de la Adoración Reparadora, tenía todo lo que necesitaba”. El nido eucarístico estaba reconstruido.

Para la asistencia religiosa se ofrecieron los sacerdotes de la parroquia; el párroco aceptó el cargo de confesor ordinario y el Padre Cornier, dominico, el de confesor extraordinario. Parecía que todo iba sobre ruedas.

Madre Le Dieu siempre había soñado crear un oasis de Adoración Reparadora en las cercanías de la gruta donde, según la tradición, se había refugiado la primera reparadora de la historia cristiana: Santa Magdalena. “Muchas veces, tiempo atrás, el pensar en los pecados me habría desanimado para trabajar por la salvación, perdiendo la esperanza de alcanzar el cielo, si no hubiera sido por la palabra alentadora del buen Maestro en relación a la Magdalena convertida: “Se le han perdonado muchos pecados porque ha amado mucho”. Y no sólo le permitió estar a sus pies, sino también seguirlo siempre con constancia y amor. El evangelio no teme el llamar “la amante de Jesús” a esta alma purificada y apasionada. Por eso fue para mí una gran alegría cuando en 1855 visité por primera vez la gruta de la penitencia y el sepulcro de Santa María Magdalena. En aquel lugar, sentí con más fuerza el deseo de la soledad absoluta y “de la parte mejor”. Entonces no podía imaginar cómo hubiera sido posible vivir en aquellos lugares, pero yo lo deseaba ardientemente. Sentí este deseo al recibir la bendición del Cura de Ars; en mi mente señalé el norte, el sur, el centro y Roma, y esperaba ver la Obra en otros lugares”.

Ahora, ella era feliz de poder abrir una segunda casa para la Adoración Reparadora a los pies de la amante de Jesús, como había abierto la primera bajo las alas del Santo Arcángel. Naturalmente se había apresurado para obtener la autorización del obispo de Fréjus para abrir en su diócesis la casa de San Maximino. El 3 de febrero de 1869 había enviado esta carta: “Excelencia, enseguida contesto a sus preguntas:

1) nuestra casa, cuando está al completo, debe tener de 25 a 30 miembros,

2) los medios de subsistencia son la dote y el trabajo de las mismas religiosas. Cada casa se administrará según el propio balance, dependiendo de la casa madre y en caso de necesidad, será ayudada por ésta,

3) el primer fin de la Obra es la Reparación a Dios con la Adoración Perpetua de la Sma. Eucaristía; el segundo es la Reparación de las almas por medio de todas las obras de caridad posibles según la necesidad, los tiempos y los lugares.

En todas nuestras casas instituiremos la Adoración Perpetua y los retiros particulares. Junto a estas obras fundamentales podremos hacer otras de carácter externo con las debidas autorizaciones y con los medios necesarios.

De momento, para San Maximino está en programa la Adoración y el retiro. Para ayudar a los peregrinos que acuden a la tumba de Santa Magdalena y a la santa gruta podremos acoger, como lo hacemos aquí, a personas que conocemos y a las que nos sean recomendadas”.

Cinco años antes, nada más venir de Roma, Madre Le Dieu había expresado a Mons. Jordany la alegría que inundaba su corazón: el Breve-tesoro que Pío IX le había entregado. El Obispo le había respondido con esta carta donde se nota su entusiasmo: “Me alegro con usted por los resultados que ha obtenido, bien sea de Roma que de Coutances. La Obra que ha comenzado, con la aprobación del Santo Padre, es excelente según las necesidades y los tiempos.

Esta Obra ha sido fundada también por el Padre Eymard, religioso marista; hay sacerdotes que predican la Adoración del Stmo. Sacramento; esta Obra está unida a la de la comunión reparadora que ha sido adoptada en muchas diócesis, especialmente en la de Autun.

La Obra que quiere fundar tendría como fin específico la adoración hecha en comunidades religiosas. Pero para esto, sería necesario adoptar las Constituciones de una orden religiosa que ya exista, que aceptara la Adoración Reparadora o fundar una congregación nueva con Constituciones propias; pero esto sería demasiado. Sin embargo, no quiero disuadirla de hacer una experiencia bajo la dirección del obispo de Coutances, donde tendrá que encontrar un mayor número de vocaciones religiosas; aquí no creo que se pueda hacer; las vocaciones son pocas y poca la perseverancia en las que parece que tienen mejor disponibilidad. Pero estoy dispuesto a daros la autorización si quiere reunir algunas personas en la casa donde vivía antes, pero no puedo darle una ayuda directa para la fundación de la Obra, ya que encuentro dificultad para mantener las ya existentes. No obstante bendigo el ardor de vuestro celo para la gloria de Nuestro Señor, asegurándole mis devotos sentimientos.

+ “J. E. Obispo de Fréjus y Tolone”

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