martes, 15 de marzo de 2011

64.- El colchón es un buen invento

“Versailles, 15 de Agosto de 1871

Para todas. Recreo de media hora.

Queridísimas hijas, antes de nada me gustaría veros a todas, abrazaros a todas y hablaros a todas. Y luego desearía deciros algo a cada una en particular. Como esto no lo puedo hacer desde lejos, os diré al menos lo que pueda. La primera carta os la mandé desde Rognac, donde hemos hecho un alto, dejando Aix, antes de continuar viaje en tren; nuestra querida Sor San Michel llama a esta localidad Rognorac, me hace descoyuntar de risa.

Nosotras nos reímos cuando tenemos ocasión; yo río aún encontrándome en medio de las miserias; pero mi querida hermana se queja y como de costumbre, invoca “al gran Dios del cielo”. No logro que evite este modo de hablar, pero mejor así que pedir ayuda al diablo.

Volvimos a Aix, donde cené tranquilamente en la habitación y me acosté. Mientras estaba en la cama vino a visitarme la superiora y tres o cuatro religiosas, que fueron muy amables y no quisieron nada por habernos alojado, dado de comer y cargado de cosas para el viaje. Entonces les prometí que os pediría a cada una de vosotras una comunión y una hora de adoración por ellas y por su querida Congregación y les prometí una Misa y una bendición reparadora.

Me he comprometido a hacer lo mismo con las religiosas de San José de Ars, que han tenido con nosotras la misma cortesía y caridad. Por tanto, cuanto antes, empezad a saldar la deuda con una comunión y dos horas de adoración cada una y que el Padre celebre dos Misas según las intenciones de las casas de Aix y de Ars.

Dejando Aix, me senté en mi colchón, que es un buen invento cuando se viaja en tercera. ¡En tercera clase!”. En su juventud la señorita Le Dieu creía que no podía soportarla, pero ahora la anciana Madre se encuentra de maravilla.

“Ciertamente la compañía es menos agradable que en segunda y primera clase, pero tratándose de necesidad, está muy bien. Y nosotras lo haremos siempre así a no ser que estemos seriamente enfermas.

Os he hablado de Ars antes de contaros el viaje, porque no hemos tenido ninguna novedad salvo un calor más que meridional; yo he continuado como un río de agua, tanto que, si seguimos a este paso, tengo la intención de que me entierren en el huerto de San Maximino, ¡así tendréis una fuente que brote hasta la vida eterna!

Había hecho el billete hasta Villafranca para no viajar el domingo e hice bien, porque, encontrándonos con retraso a causa del tren, que era larguísimo y estaba muy lleno, logramos acostarnos sólo después de las once de la noche. Sin embargo, a las cinco de la mañana estaba despertando ya a nuestra hermana, que dormía en un baño de sudor. Hicimos nuestros rezos en Ars, felicísima de pasar allí el domingo y además con el Padre Toccanier. El santo hombre, ¡qué bien sabe imitar la caridad de su Cura! Él, con su gran bondad, me ha dado el documento más importante para nuestra querida Obra, después del Breve del Santo Padre, es decir, la declaración de haberme presentado él mismo a su Santo Cura cuando éste bendijo la idea de nuestra Obra y predijo que sería aprobada y extendida seis años antes de la aprobación solemne. El documento, tan precioso ahora, está guardado con gran veneración y confianza en la custodia. Es el segundo testimonio de la misión providencial que nos ha sido confiada. ¡Ojalá que podáis comprenderlo vosotras, queridas hijas, vosotras que fuisteis llamadas las primeras a corresponder a las grandes gracias concedidas, a las maravillosas bendiciones y también a las grandes pruebas, verdadero sigilo divino!

¡Ánimo y confianza!, ahora no me río, pero soy feliz en esta noble empresa. Sufrimos con alegría, vendrá el tiempo de poder gozar.

En este momento me encuentro en el despacho del Ministerio del Interior, donde estoy esperando a un empleado y mientras, he rezado el rosario en medio de muchas personas y ninguna de ellas se ha reído. Yo ejercía la profesión religiosa como ellos la de escribanos y de secretarios. Aprovechaba para reposar mis pies que en los últimos días se me han congelado, por lo que se han hecho muy sensibles al contacto con las medias de lana, es decir, que me resulta difícil caminar”.

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