martes, 4 de enero de 2011

02.- La gran dama

28 de julio de 1957. Dos religiosas de Jesús Redentor entrevistan en Aulnay a una viejecita que ha conocido a su Fundadora: Céline Page, pequeña de estatura, delgada, con dos ojos vivaces que brillan en el rostro arrugado y rosado; tiene 91 años pero conserva un recuerdo muy vivo de todo.

–Conocí a Madre Le Dieu cuando tenía 8 años. Ella vino a Aulnay con tres niños y dos hermanas. La llamaban “la gran dama” porque era muy buena y todos querían conocerla. “¡Ella era buena, era buena!”. Esta exclamación sale de los labios de la viejecita como un estribillo durante toda la conversación.

–Señora Céline, descríbanos la figura de la Madre.

–Oh, sí; era alta, majestuosa, con ojos azules y muy expresivos, pero muy dulce. Vivía en la planta baja de la casa donde trabajaba mi madre. En la iglesia se ocupaba de los niños. Nos enseñaba a rezar y acompañaba nuestros cantos con el armonio. A mí me preparó para la primera comunión junto a mis compañeras y compañeros. Si cometíamos alguna travesura, ella nos hablaba dulcemente y el castigo consistía siempre en una pequeña oración a los pies de la Virgen. Como premio nos llevaba a dar un paseo en barca por el canal y ella misma la conducía. Éramos muy felices cerca de la buena Madre.

Además Céline habla de la gran devoción de Madre Le Dieu al Santísimo Sacramento. “Preparaba con alegría y entusiasmo los altares, que adornaba con manteles y flores con ocasión de la Procesión del Corpus Christi y una vez preparó una carroza de honor para llevar al Santísimo Sacramento, tirada por los jóvenes. Ante la Custodia iba el párroco en adoración”.

Mientras habla, Céline dice cosas que revelan las óptimas cualidades de Madre Le Dieu como experta educadora: “Trataba a los niños con dulzura y con el diálogo lograba que los más rebeldes tuvieran mejores sentimientos”.

Y he aquí la caridad que salía de su corazón como una ola de amor inmenso. “Apenas oía que había un enfermo, iba personalmente a interesarse por su salud. Daba a los enfermos pobres todas las medicinas necesarias y pedía a las hermanas que tuvieran con ellos las máximas atenciones”.

“Mi padre estuvo enfermo durante seis meses y, gracias a la buena Madre, no nos faltó de nada. Nosotros éramos pobres. Mi madre trabajaba en el campo, yo cuidaba de mis hermanos y hermanas, pero la buena “gran dama” nos proporcionó de todo”. La viejecita emocionada por la dulce evocación concluye: “El amor a la Eucaristía y la bondad hacia los niños y los enfermos han hecho de la gran dama una santa”.

Victorine Le Dieu, después Sor Marie Joseph de Jésus, era realmente una majestuosa dama de Jesús; sobre su rostro rosado brillaban dos ojos celestes y resplandecía la nobleza intrépida de su estirpe normanda.

Las generaciones de conquistadores habían impreso en aquellos rostros la huella del valor y la aventura; los años y las fatigas no han podido con su dulzura evangélica, ya que ésta había permanecido siempre en su rostro. En tanta compostura religiosa la maternidad espiritual se manifestaba y se afirmaba solemne.

Su primo Mons. Du Manoir, estudioso serio y apreciado corresponsal de la Semana Religiosa, revela con cinco adjetivos el perfil de Madre Le Dieu: alta, distinguida, instruida, activa, enérgica. Sor San Paul, que fue una de sus primeras hijas, nos dice que era también muy guapa.

En la parte Nor-occidental de Francia destaca la península de Cotentin que se prolonga hacia la Mancha, formando a la izquierda el amplio golfo de San Malo: al fondo del golfo se abre una pequeña bahía de cuyas aguas aflora el Monte San Miguel. De frente a este histórico Monte surge la ciudad de Avranche, donde nació Victorine Le Dieu de la Raudière, Fundadora de las Religiosas de Jesús Redentor. Avranche fue fundada por los romanos que la llamaron Ingena, nombre que fue sustituido por el de Abricantui cuando en la Edad Media se convierte en fortaleza. Juan sin Tierra la destruyó en el año 1203. Luego renace con la llegada de S. Luis, rey de Francia, pero cae bajo el dominio inglés hasta el 1450. Cinco siglos después revive los horrores de la guerra: de hecho se encontró en medio del famoso desembarco de los aliados en Normandía y desde allí inició la marcha hacia Berlín la división acorazada del general Patton. Ahora las heridas han cicatrizado y la ciudad se presenta bella y risueña.

En la época de Victorine, Avranche tenía cerca de ocho mil habitantes y entre las familias más ilustres estaba la suya.

Félix, el padre, funcionario de Hacienda, era un burgués muy distinguido y la madre, María Teresa de Cantilly, pertenecía a la más alta nobleza.

Cuatro hermanos Cantilly habían tomado parte activa en los motines de la revolución, y uno de ellos había perdido la vida.

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