domingo, 6 de febrero de 2011

31.- Gran misterio, no suficientemente meditado

El Espíritu que debe animar el movimiento de la Reparación eucarística, destinado a conquistar la Iglesia Católica entera, se podría resumir en estas sublimes expresiones que Pío XII escribirá en la encíclica sobre el Cuerpo Místico: “Es un misterio ciertamente grande que la salvación de muchos dependa de la oración y de la mortificación voluntaria para este fin, emprendidos por los miembros del Cuerpo Místico de Jesucristo”.

Con el bautismo hemos sido configurados con vínculos orgánicos y vitales a Jesús, por tanto, somos miembros del Cuerpo Místico. Es decir, con el bautismo hemos sido hechos “Carne del Crucificado”, así se expresa con una vigorosísima frase San León Magno. Si los cristianos, por exceso de amor infinito, son insertados en el Cuerpo Místico deben ser conforme a su Cabeza: “Los que pertenecen a Cristo han crucificado la carne con sus deseos y llevan siempre en todas partes en su cuerpo la Pasión de Jesús”.

Cada uno de nosotros debe repetir con el apóstol: “Completo en mi cuerpo lo que falta a la pasión de Cristo”. San Agustín, meditando esta expresión de San Pablo, pensaba en las palabras dichas por Jesús en la cruz: “Todo está cumplido”.

Si la redención ha sido cumplida en el Gólgota, ¿cómo es que el cristiano puede, mejor dicho tiene, que completarla? El santo nos responde así: “Cristo sufrió todo lo que tenía que sufrir y no le faltó ningún padecimiento. Por tanto, los sufrimientos están cumplidos, pero en la Cabeza; sin embargo, los sufrimientos de Cristo quedan todavía por cumplirse en el cuerpo”. Ya San Pedro exhortaba: “Cristo ha sufrido por nosotros dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas”.

También nosotras tenemos que “ser piedras vivas, sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios en Cristo Jesús”.

Y la Fundadora, queriendo explicar el modo, escribe: “El espíritu de penitencia y de sacrificio es absolutamente necesario para todas las almas, pero generalmente es poco comprendido. San Pablo dice que “debemos completar en nosotros lo que falta a la Pasión de Jesucristo. Palabras en un cierto sentido extrañas, porque es de fe que el Salvador ha cumplido con creces lo que era necesario para nuestra salvación. Pero, para aprovechar sus gracias, tenemos que mantenernos unidos a Él y asemejarnos a Él; Él ha trabajado, ha sufrido, ha muerto, y para participar de su gloria es necesario que también nosotros trabajemos, suframos y muramos”.

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