lunes, 14 de febrero de 2011

38.- El brazo de hierro

Doblegar a la Fundadora no será tarea fácil, pero el Padre Robert, con naturaleza de luchador, toma gusto en doblar a aquella mujer que, según él, es una testaruda y enseguida comienza el brazo de hierro. Puesto que él dispone de la economía, comienza a disminuirles los alimentos y obliga a Madre Le Dieu a endeudarse para que puedan vivir las hermanas y los huérfanos. ¿Y el Obispo? Mons. Bravard se inclina por tener confianza en su lugarteniente, que está dispuesto a realizar su proyecto: hacer renacer arquitectónicamente el milenario monumento y llevarlo al antiguo esplendor especialmente con las peregrinaciones y el turismo. Por otro lado, el Obispo no cree excesivamente en el carisma de Madre Le Dieu y no tiene en cuenta que la Obra de la Reparación sea la primera del Monte San Miguel. Lo que interesa no es la cuna de la Obra sino la asistencia que las religiosas prestan a las obras que surgen allá arriba. A él más que la reparación le urge el trabajo. Por tanto, la mentalidad del Obispo y la de Madre Le Dieu son contrapuestas. Si el Pastor hubiera tenido que hacer triunfar personalmente la suya habría sido indudablemente más delicado con la Fundadora. Pero a su lado estaba el Padre Robert, quien veía en el proyecto del Obispo la voluntad de Dios, aunque en él había una buena dosis de maquiavelismo que le hacía instrumentalizar cosas y personas con tal de lograr su objetivo. En relación con Su Excelencia siempre tenía en los labios la clásica exhortación: ”Déjeme hacer a mí”. El Obispo dejaba hacer todo, pero el Padre Robert no le informaba de todo. Mons. Bravard era indudablemente un hombre de buen corazón aunque tuviera un carácter repentino e impulsivo.

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