domingo, 13 de febrero de 2011

37.- Reverencias a los que están en alto, pisotones a los que están abajo

Presentamos a los dos actores principales del drama:

Mons. Bravard y el Padre Robert. El segundo estaba unido al primero por vínculos doblemente filiales. Mons. Bravard, junto a otro eclesiástico, había fundado la Congregación de Pontigny en la cual primaba el Padre Robert. Por eso éste estaba dos veces unido al Obispo: como sacerdote al Pastor y como religioso al Fundador. Era lógico que el Obispo tuviera plena confianza en su hijo espiritual. Mons. Bravard había fundado una segunda Congregación de Misioneros, que debía cuidar el renacimiento del Monte San Miguel y realizar en aquel monumento un apostolado específico que hiciera nacer y prosperar allá arriba obras religiosas, destinadas a dar gloria a la Iglesia de Francia. Por consiguiente, no sólo Madre Le Dieu era Fundadora, sino que también Mon. Bravard era Fundador, mejor dicho, dos veces Fundador y además de eso había puesto la cuna de la segunda fundación precisamente allí. ¡Dos cunas una al lado de la otra se molestaban! El Obispo no tuvo acierto en elegir a los primeros misioneros que debían prepararse para el apostolado requerido en el Monte San Miguel. El superior estaba casi ciego y no veía ni las especulaciones que se hacían del edificio ni el precioso material que era robado. El Obispo, muy pronto tuvo que mandarles marchar, entonces pensó sustituirlos con los misioneros de su primera fundación, llamados de Pontigny. Fue entonces cuando llamó al Padre Robert, hombre de confianza para él. Con esta sustitución ganaron mucho las construcciones materiales pero perdieron las obras espirituales. Padre Robert era un hábil constructor de grandes tendencias especulativas, pero poco respetuoso de los derechos y de las personas. Conocía de maravilla el arte de hacer reverencias a los que están en alto y pisar a los que están abajo. Las tentaciones del dictador podían más que él. En el Monte no se mueve ni una hoja que el Padre Robert no quiera. Según él la unidad de la obra requiere también la misma dirección y aquella señora, excesivamente devota, es demasiado para él. Allá arriba las religiosas son necesarias y las que están son insustituibles, por consiguiente, que se queden las hermanas y que se vaya la superiora. Él mismo la sustituirá y será el fundador en lugar de la Fundadora. ¡En el Monte ha estallado la epidemia de los Fundadores!

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