viernes, 11 de febrero de 2011

35.- Fervor de abejas reinas

En el mes de abril de 1866 llegaron al Monte los primeros huérfanos y así comenzó la asistencia a los niños pobres. Esto era una novedad absoluta, porque las leyes eclesiásticas prohibían a las religiosas cuidar de los niños; tenían que cuidar exclusivamente a las niñas. La Fundadora comenta: “Esta obra entra en los fines de la reparación. No se trata de nutrir e instruir a los niños, como se hace en las escuelas, sino de darles una sólida educación cristiana, de plasmar esta pasta blanda sobre el modelo de los santos. La Providencia ha querido que esta obra fuera la segunda, y en cualquier forma complemento de la primera, porque se ocupa de la educación de los que son llamados a influir en la sociedad y en la religión de un modo positivo. En efecto, de los niños educados en la piedad nacen las verdaderas vocaciones”. También el orfanato tenía como fin la Obra Reparadora. De hecho se podían educar niños inocentes en el espíritu de Adoración Eucarística y entre ellos era fácil elegir y cuidar vocaciones, también eclesiásticas, que hubieran promovido la obra con competencia.

Otra novedad en la pedagogía de Madre le Dieu consiste en el hecho de que no quiere abandonar a aquellos niños cuando todavía son adolescentes, sino que quiere integrarlos en la sociedad sólo cuando estén formados. Por eso tuvo que afrontar grandes problemas, pero la Madre no era una mujer que se dejara desanimar ante las dificultades. El propósito que se había formulado, siendo todavía joven, estaba siempre presente en su vida: “Para reparar, vivir a los pies de María con los ojos fijos en sus manos. Cuando necesite luz y fuerza me elevaré con confianza hasta su Corazón, refugio de pecadores, camino seguro para ir al Corazón de Jesús”.

“El 18 de abril de 1866 finalmente llegaron los primeros niños.

Sólo por amor a Dios aceptamos esta misión, sabiendo de antemano que iba a ser muy ardua, que seríamos poco apoyadas, que encontraríamos dificultad en educar a algunos ya mayores en edad. Sin embargo, los acogimos muy contentas, y aquella noche tuvimos que pasarla en vela para prepararles la ropa necesaria, porque más de la mitad de aquellos niños no tenía nada para cambiarse. Sinceramente, no se puede negar que el buen Dios ha ayudado a estas buenas hijas, porque trabajaron casi día y noche con un ánimo y con una alegría ciertamente extraordinaria. Y fue necesario casi un año para llevar a cabo el trabajo más indispensable”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario