jueves, 12 de mayo de 2011

109.- Ceguera fulminante

Además del juicio tan categórico del P. Petitot, a Madre Le Dieu también le daba garantía un hecho que ella consideró como una señal del cielo.

El párroco Coullemont ya había preparado la fusión, pero a la hora de firmar el acta le sobrevino una ceguera fulminante y no pudo firmar el documento. Pasadas unas horas, el párroco recobró la vista, pero ya no desea­ba firmar.

Mientras tanto, en el corazón de la condesa se había encendido un gran deseo de prestigio. Para hacer competencia al señor Boidin, también ella quiere abrir una fábrica de flores; ofrecería los locales del molino y cedería el invernadero de naranjas para los talleres de los chicos. Madre Le Dieu no confiaba en esta caridad que se alimentaba de prestigio y temía que los niños fueran explotados, por eso pensó cambiarse a Versailles.

El director de las Religiosas Alsacianas no había perdido ni el deseo ni la esperanza de firmar el acta de fusión: lo que más llama la atención de este asunto es que el conde y la condesa, que hasta ahora habían sido dispensadores de beneficencia, ven con buenos ojos la fusión. Ellos no tienen nada que perder. Madre Le Dieu, como si la hubieran quitado veinte años de su edad avanzada, con gallardía juvenil, sale en defensa de la Obra y muestra la fiereza de los antiguos caballeros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario