jueves, 19 de mayo de 2011

115.- Una mezcla de ficción y de locura

En la comunidad, ya de por sí mal provista, entró una visionaria que las alborotó a todas. A esta pobrecilla, si la vida y la moral se lo hubieran permitido, se la tendría que haber dividido en dos, una para mandarla al manicomio y la otra a la cárcel.

De hecho había en ella una mezcla de ficción y de locura. Evidentemente el demonio no estaba del todo ausente. La visionaria se presentaba como un sagrario viviente de la Sma. Eucaristía. Ella se mantenía sólo con un fragmento de Hostia consagrada. Pobrecilla, no podía recibir una entera porque no hubiera podido tragarla, de hecho un estómago tan místico debía llevar la mortificación angelical hasta en las especies eucarísticas, salvo cuando por la noche comía a escondidas todo lo que encontraba a su paso. Con una actitud hierática y con el rostro histérico, lleno de lágrimas, la presunta beata transmitía a las religiosas las órdenes que supuestamente Dios le daba. Indudablemente tenía que recitar bien su parte ya que embelesaba tanto al párroco Coullemont como a Sor San Paul, que era bastante astuta.

¡Ésta sí que es santa, no Madre Le Dieu, que, aparte del Breve de Pío IX y las palabras del Cura de Ars, no ha recibido ningún signo de lo alto!

En los momentos de inseguridad el alma humana va buscando milagros y por eso las pobres religiosas cayeron en la trampa.

Madre Le Dieu, que se encontraba en París, en un primer momento no fue informada de nada, pero cuando se trató de admitir a la vestición a la pobre joven, se dio cuenta de lo que pasaba. Parecía que el párroco era el más convencido de la santidad carismática y por eso exponía tranquilamente el Sacramento a la profanación. La visionaria también intentó engañar a Madre Le Dieu, afirmando que tenía revelaciones muy importantes que habrían iluminado su futuro.

La anciana asceta, que se había adentrado mucho en el camino del espíritu, responde: “Yo sólo recibo órdenes de mis superiores”.

La pobre Sor San Paul se vio obligada a elegir entre el carisma y la jerarquía, es decir, entre la visionaria o Madre Le Dieu; optó por la primera, en parte porque ésta, llena de vanidad, había profetizado: “El cielo me dice con claridad: Tú serás el jefe de la Obra y bajo tu guía florecerá, como la vara de San José”.

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