viernes, 27 de mayo de 2011

120.- ¿Monja? ¿Señora? ¿Señora monja?

Acercándose la fiesta de San José, Madre Le Dieu, pensó en dar el hábito religioso a algunas postulantes y obtener así el reconocimiento canónico rechazado hasta ahora por la Curia de Versailles.

Entre las postulantes había una mujer casada, que se había puesto de acuerdo con el marido para iniciar un camino en la vida religiosa; el buen hombre, a su vez, se había prestado para cuidar a los niños mayores. Madre Le Dieu, antes de aceptar esta posibilidad, había pedido la opinión del Padre Albert, Provincial de los Carmelitas, que conocía a los esposos. Él le respondió que los señores Hils eran personas dignas de estima. “El señor Hild es una persona competente y la señora podrá ser admitida a la vestición, pero no a la profesión sin la autorización canónica”.

Madre Le Dieu, no quedando satisfecha con esto, informa de la vestición a la Curia de Versailles. El Promotor responde: “El Obispo podrá permitir el hábito religioso que llevan sus religiosas, pero no tiene por qué autorizarlo”.

Para evitar cualquier dificultad que pudiera surgir, Madre Le Dieu se puso de acuerdo con el párroco, que sin hacer ninguna distinción entre la señora Hild y las demás, el 17 de marzo, bendijo los hábitos y se los entregó a las postulantes, evitando el ritual de la ceremonia de la vestición religiosa.

La cosa, a pesar de haber sido tan sencilla, enojó a Sor San Michel, que había jurado que se opondría a la vestición de la señora Hild; el párroco se dejó llevar de la religiosa, tanto que provocó la visita del promotor, el cual ordenó que se quitaran el hábito religioso todas las que se habían vestido.

Madre Le Dieu, con la serenidad que la caracterizaba y con la paciencia a la que se había entrenado durante decenios, intentó convencer a Monseñor de su posición canónica.

–Si el Obispo no acepta sus razonamientos, le dijo, estas pobres hijas tendrían que dejar el hábito o la casa.

–Si abro otra casa, ¿el Obispo puede prohibirme llevarlas allí?

–Fuera de la diócesis, el Obispo no tiene ningún derecho.

–Entonces, probablemente me decida a abrir una casa si me da el tiempo necesario.

–De acuerdo.

Sor San Paul estaba de acuerdo en que había que buscar una casa en la diócesis de París; Madre Le Dieu, que tenía correspondencia con el párroco de Le Vallois Perret, para abrir en esa ciudad una casa para niños, decidió destinarla al noviciado y llevó consigo a Sor San Joseph, a Sor San François Xavier y a la señora Hild que había tomado el nombre de Sor Teresa.

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