martes, 31 de mayo de 2011

124.- También la dulce Francia se le presenta amarga

El nuevo gobierno establece un nuevo impuesto a cada uno de los niños del orfanato. Ella lo cuenta con una cierta ironía:

“Hace unos días los alguaciles o agentes del gobierno actual han venido a poner un impuesto a cada uno de nuestros pobres huérfanos. Hasta ahora, a nadie se le había ocurrido esta idea. Ya veréis que llegarán a despellejar las pulgas para vender la piel. Dios mío, ten piedad de nuestra pobre Francia, caída casi completamente en manos de la masonería. Exorciza a estos poseídos por espíritus injustos y malignos. Aplácales con tu misericordia para que reparen el mal en lugar de aumentarlo y libera a las almas que te aman de su deplorable tiranía que quiere materializar todo”.

El mes de febrero de 1887 fue especialmente cruel con los pobres y llevó a Madre Le Dieu a sufrir los rigores del invierno. La pobrecilla combate como puede el hambre y el frío y algunas de sus exclamaciones nos recuerdan a Job: “Justicia de Dios, contentaos!”.

A medida que envejece se parece cada vez más al personaje bíblico.

“¿Cuánto durará este alojamiento provisional? ¿Quién sabe dónde se encontrará la muerte, cuándo y a qué hora? ¿Por qué? Como ha dicho el Maestro vigilemos y oremos.

Yo creo que este invierno, Él no quiera otra cosa de mí al menos durante alguna semana más. En este momento me encuentro sin almohada y con un plumón menos. En la cama extenderé algún trapo y en la cabecera meteré la estufilla que levantará un poco el colchón de crin.

¡Ánimo, contentaos justicia de Dios, por las delicadezas pasadas. Lo acepto todo sin quejarme!”.

Después de tantas y tan grandes tribulaciones, el 26 de marzo, está preparada para entonar el Magníficat. “Durante el día he pensado varias veces en el misterio que celebramos ayer, y con este motivo me he preguntado: ¿Para qué buscar mi justificación? La Virgen Santa no lo hizo y todos los que tenían interés por conocer su maternidad divina, lo han podido descubrir con una seguridad mayor de cuanto Ella habría podido probar. Yo imitaré a María en su completo silencio, mientras Ella responde sólo con el Magníficat. Si Dios no construye la casa, el obrero trabaja inútilmente”.

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