lunes, 16 de mayo de 2011

112.- Usted es demasiado honrada

3 de Noviembre.

“Reverenda Madre, su honrada carta expresa claramente su punto de vista o mejor dicho sus firmes decisiones. Pero este modo de ver, estas resoluciones no las manifiesta de un modo explícito: se limita a decir que no cambiaría absolutamente nada; y que es ésta la voluntad de vuestro primer cardenal Protector; que espera un superior directamente nombrado por la Curia de Roma; en fin, que manifiesta la idea de un nuevo Instituto para el que solamente usted tiene la luz. Me pide que tenga amplitud de miras, que no decida nada y que en todo esté subordinado.

Yo también, Reverenda Madre, me he dirigido a la Iglesia, también mis proyectos han sido alabados y se me ha prometido la aprobación. El difunto cardenal Mattieu ha escrito a nuestra Superiora General que hubiera sido feliz de obtener antes de morir los privilegios de la Santa Sede que deseaba solicitar para ella. Pero, ¿qué consigue con todo esto? Consigue que aprueben nuestro deseo de desempeñar una obra para la gloria de Dios y la salvación de las almas; consigue también que nos pongamos manos a la obra y nos dejemos guiar por la Providencia como los niños. Consigue, finalmente, que después de haber luchado, hecho, deshecho y vuelto a hacer, podamos y debamos presentar a la Iglesia la obra, y entonces la Iglesia juzgará si es o no digna de usted. Por tanto, Reverenda Madre, creo que su Obra, todavía en germen, se debilitará y morirá lo mismo que muere la semilla a la que le falta la lluvia y el aire. Usted es demasiado honrada, rehúsa la ayuda que la Providencia le manda, pide la acción inmediata de Dios y olvida que Dios elige lo pequeño y débil para confundir lo que es fuerte.

Sí, Pío IX no es absolutista como usted cree; al contrario, él invita a todos los buenos a una santa alianza, como hacen los malvados para conseguir sus tristes fines. ¿No es por esto por lo que Francia va mal? Cada uno quiere seguir sus ideas y rechaza las de los demás.

En Aulnay se me presiona para que tome una determinación con respecto al orfanato del castillo; pienso que Sor Ana no rechace mis orientaciones. No deseo, Reverenda Madre, actuar sin usted y menos aún en contra suya. Juntos podríamos conseguir la Obra tan hermosa de la Adoración Perpetua. Podremos aumentar el número de los alumnos, etc. El párroco lo desea, el señor Conde, hombre de Dios, lo desea también. Así que dígame francamente cuáles son sus sentimientos a este respecto. Actualmente me ofrecen tres nuevos edificios; no tema actuar contra la voluntad de Dios...

San José también es nuestro Patrón. No solamente unión de oraciones, sino también unión de acción. Por otra parte, nosotros no rechazaremos sus puntos de vista y sus proyectos; dígnese comunicárnoslo. Su Obra podría ser muy útil para nosotros, y cuando digo “noso­tros”, entiendo nuestra obra que se resume en estas palabras: Adoración perpetua, cuidado a los enfermos y educación. Nosotros tenemos religiosas en América dedicadas a las personas de color, y dentro de poco tendremos otra misión entre los indígenas. Sus méritos no quedarán ocultos y a la hora de la muerte será feliz de poder bendecir a sus religiosas y a sus niños.

Dígnese, Reverenda Madre, honrarme con una nueva y pronta respuesta y de aceptar nuevamente la confirmación de mis devotos sentimientos. Su servidor Faller”.

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