lunes, 4 de abril de 2011

75.- La señora tenía pocas ideas, de las cuales varias eran equivocadas

Ni siquiera en el norte sopla el aire tranquilo. La señora Villette, rica de buenas promesas, no fue igualmente fiel en mantenerlas, así que en julio de 1872 Sor San Michel se había quedado sola con algunos niños; y en enero de 1873, ésta, después de la fuga de las religiosas fue llamada a San Maximino y mandaron a Sor San Paul para sustituirla.

A los incumplimientos de la señora Villette se aña­dían ideas extrañas llenas de herejías, por lo que las religiosas estaban consideradas como asistentes a sueldo.

El carácter de la señora Villette hace pensar a la señora Prassede, mujer manzoniana que tenía pocas ideas, de las cuales varias eran equivocadas.

¡Es una mujer que lleva la cabeza en procesión! Después de haber tenido una gran paciencia, Madre Le Dieu escribió en términos decisivos: “si la señora no hubiera concedido a las religiosas la libertad de educar a los niños según sus principios y sus métodos, yo las habría retirado”. La incomparable dueña responde: “Señora, yo quiero ser la dueña absoluta de mi Instituto. Esta obra es completamente mía, porque no hay ninguna igual, nunca he imitado a nadie; mi obra es esencialmente caritativa, nadie puede convencerme de lo contrario; finalmente mi firme intención es fruto de mi experiencia. Puesto que esto no es de su agrado, hoy mismo hacemos la colada para que Sor San Paul vaya con la ropa limpia.

Quiera agradecer mi profundo respeto.

Viuda Villette”

La Fundadora llamó enseguida a Sor San Paul que se encontró con ella en París. La casa de Neuve Lyre no había resultado inútil, de hecho, había salvado del naufragio a Sor San Michel y a Sor San Paul, que desgraciadamente, a efectos jurídicos quedarán eternas novicias, y habían hecho mucho bien en el pueblo. El párroco Mailloc, en agradecimiento a la Fundadora por la obra que ellas habían prestado, declaraba: “Nos alegramos de poder afirmar que Sor San Michel y Sor San Paul, durante todo el tiempo transcurrido en mi parroquia, siempre han dado muestra de una sólida piedad y de una entrega total”.

La Obra ha sido aniquilada, pero el ideal no puede ser destruido. La Fundadora, para expresar su fe que espera contra toda esperanza, recurre a una alegoría poética: “Yo veo la querida Obra siempre bajo las figuras más valientes. Así, con ocasión de esta aparente destrucción, he visto moverse dos vasijas en una amplia extensión de agua: una grande de hierro y otra pequeña de arcilla y cerrada. Un fuerte viento ha agitado las aguas y ha empujado a las dos vasijas una contra otra. Naturalmente el golpe ha roto a la más pequeña, pero el bálsamo del que estaba llena ha perfumado todo el agua. No puedo evitar referir esta imagen a nuestra querida Obra: la pobre vasija que la lleva ha sido rota, pero ella es el perfume dulce y fuerte que se extenderá y se hará reconocer, porque la vasija despreciable ha sido rota”.

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