jueves, 21 de abril de 2011

89.- La casa muy pronto resonó como una colmena

Los cantos litúrgicos, las risas infantiles y el ruido de los trabajadores se alternaban con el ritmo de la respiración. Cuando la Madre estaba presente todo lo preveía, todo lo animaba, todo lo reordenaba; ella sola llenaba la casa como la atmósfera misma. Ella escribe: “Rezar es mi luz y mi fuerza. Esto me reanima el corazón y también el cuerpo”.

“Las fuerzas que el buen Dios da a nuestras hermanas y a mí son verdaderamente sobrehumanas. Yo estoy en el cincuentenario de mi profesión religiosa (y en el sesenta y ocho de edad), y nunca me he sentido tan fuerte en el cuerpo y en el espíritu. Simple máquina que funciona solamente por Dios; yo repito únicamente una palabra: ¡Fiat!

Y finalmente he aquí una noticia que hace olvidar la miseria: “En casa tenemos varios centenares de francos que nos aseguran el pan para algunos meses, en el caso de que no se pudiera continuar con estas colectas. Por lo menos tendremos un trimestre tranquilo.

Cada semana una religiosa sale durante alguna hora con un niño y de vez en cuando trae dones en especies”.

Evidentemente, el paraíso aquí abajo existió una vez, pero ya no volverá nunca más; las dificultades llaman a la puerta de casa y alguna vez entran.

He aquí los apuntes de un día cualquiera:

“El día ha estado lleno de incidentes. Una religiosa, tropezando en la escalinata de la entrada, se cayó de cabeza.

Dos niños que la vieron dieron un grito desgarrador. La religiosa, muy valiente, se levantó llena de contusiones y magulladuras y ha continuado atendiendo a los niños. Le hubiera venido muy bien un poco de aceite árnica y de té suizo si hubiera tenido tiempo de curarse. Está más pálida que de costumbre y, sin embargo, la pobre hija tiene que trabajar el doble. Una religiosa tuvo que ir a hacer la colecta.

La señora que nos ayuda en las labores de la casa se ha sentido mal y está en la cama. La colada todavía no está hecha y tendremos que prepararla mientras nuestros cuarenta niños estén en la escuela y durante la comida. Un niño que llegó el otro día, ayer tenía nostalgia de su madre y comenzó a andar hacia la estación. Lo encontró el párroco y con dulzura le convenció para que volviera. Es sorprendente que esto no suceda diez veces al día con todas las puertas abiertas del parque sin que ninguna esté custodiada. Dios los sostiene como a las olas en el mar. Él sabe el número de niños y los cuida. Nuestras buenas hermanas se han fatigado mucho pidiendo limosna. Pero el resultado es bueno ya que la gente ayuda y se muestra interesada por nuestra Obra, y esto anima mucho. En este momento aprovechan de un intervalo para retomar el trabajo de casa. Desde las cuatro o las cinco de la mañana hasta las diez o las once de la noche remiendan la ropa de los niños. Es realmente maravilloso observar su santidad y su devoción”.

Mientras había una cierta serenidad económica la abeja reina estaba en la colmena y todo funcionaba maravillosamente. Pero cuando entraba el fantasma del hambre la Madre tenía que salir.

Mientras, la buena viuda había tenido que poner en venta la casa que acogía a los niños. Madre Le Dieu pensó comprarla y por eso pidió un préstamo pero no lo obtuvo.

Quien compró la casa había prometido dejarla al orfanato en alquiler, pero luego no mantuvo la promesa.

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