martes, 5 de abril de 2011

76.- La ingenua emotiva y la voluntariosa sagaz

A la Fundadora, que ha perdido todo, sólo le han quedado dos novicias, Sor San Michel y Sor San Paul. Sor San Michel es una joven muy femenina, muy cariñosa y bastante extrovertida. Cuando el sentimiento se sienta en el timón se le puede pedir cualquier cosa. Es más bien ingenua, fácilmente pasa de la sonrisa al llanto. No obstante, no deja de repetir a la Fundadora: “Te seguiré siempre donde vayas”.

Sin embargo, Sor San Paul es un carácter difícil, demasiado segura de sí; siente que ha nacido para mandar y no advierte la necesidad ni de confiarse ni de abandonarse. Tiene una seguridad exterior casi ostentosa, contrasta con una inseguridad interior hábilmente escondida. Pero tanto ella como Sor San Michel, han decidido amar a Jesús con un corazón indiviso e inmolar por Él su exuberante juventud.

En el cuaderno de la Fundadora van dirigidas a Sor San Paul expresiones de singular ternura materna: “Querida hija, pienso que el santo anillo, el cual le recuerda su profesión y sus compromisos, puede ser incómodo en algunos trabajos, por ejemplo cuando se trata de ordeñar las vacas. Si causara alguna herida quíteselo durante ese trabajo; pero, si es posible, no se lo quite nunca porque podría perderlo. Tenga la buena costumbre de besarlo todos los días, encomendándose a la Sma. Virgen para ser, como Ella, una sierva del Señor.

Mi buena Sor San Paul conténtese, si es posible, con ser enfermera sin estar enferma; porque no depende absolutamente de usted, ánimo y confianza”.

Cuando Sor San Paul sufría por la enfermedad de sus familiares, Madre Le Dieu le escribía: “No puedo más que abrazarme especialmente al corazón de Sor San Paul en su sufrimiento”.

La Fundadora, para animar a las dos jóvenes, inventó este apólogo que las narraba en forma poética: “A propósito de las tristes luchas que mantienen los que se disputan lo que sobra de mi pequeña fortuna, esta mañana, al despertarme, veía un corderito despedazado por los lobos que se disputaban los trozos de su carne; pero en medio había un pequeño corazón de oro puro sobre el que sus dientes no podían hacer presa, y por medio del cual, el cordero tenía que nacer más hermoso y más fuerte”.

¿No podían ser aquellas dos jóvenes el corazón de oro?

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