jueves, 28 de abril de 2011

96.- Una extraña compañía

“Hace algún tiempo me he encontrado con una extraña compañía. Llovía y, como no tenía paraguas, creí oportuno aprovechar la carreta de la lechera para no mojarme desde Sévran a Aulnay; me sorprendí cuando vi que cambiaba de camino, y después de dar un giro a la izquierda, me encontré en el mercado de los cerdos.

Nunca había oído una música tan infernal. Los pobres animales, sabiendo “que eran buenos para comer” como en el tiempo de La Fontaine, gritaban en todos los tonos “adiós casa mía”. Tuve que bajar de la carreta para que subiera “uno cubierto de largas cerdas”, enorme y un poco engreído por nuestra presencia. Como todavía quedaba sitio para nosotras, subí de nuevo al carro resignada a soportar durante casi dos horas esta compañía; pero “don cerdo”, enfadado por culpa de una cuerda que lo tiene atado por una pata, tira lo que encuentra a su paso e intenta salir del vehículo. Como no le ayudaban, se puso tan furioso que yo nunca había visto una cosa igual. Por miedo a que con sus sacudidas rompiera la endeble cuerda que lo tenía atado, me arrollara y me tirara bajo las patas del caballo, creí oportuno cederle el sitio. Me encontraba apenas fuera del recinto aduanero y tuve que andar 10 km. a pie y sola, con un viento fuertísimo que me venía de frente y me enredaba tanto el hábito que lo tuve que levantar hasta media pierna para poder caminar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario