sábado, 30 de abril de 2011

98.- Una velada musical

En los primeros meses del año de 1877 dos artistas, Petit y Duprez, sin renunciar a sus propios intereses, dieron un concierto de ópera en una velada musical. Después de descontar sus gastos, el resto se destinaría para el orfanato. Los dos artistas, para asegurar el éxito querían inflar la propaganda, presentando la Obra como internacional e interconfesional. Madre Le Dieu, que aborrecía la mentira y el triunfalismo, les escribe esta carta educada pero firme: “Quiero expresaros nuevamente mi reconocimiento por la generosidad y la colaboración que nos habéis ofrecido, pero permitidme que os repita que vuestro programa es muy hermoso y nuestra Obra muy buena para tener necesidad de una publicidad inflada. El benévolo artículo del Fígaro explica perfectamente lo que hacemos y lo que vosotros de verdad queréis hacer. Esto bastará para el éxito de unos y de otros. No debemos desconfiar de la Providencia, que nos ha procurado esta relación y os confieso que no deseamos figurar con estos pomposos anuncios: “Obra internacional para todas las religiones”. Nosotras estamos dispuestas a practicar la caridad sin distinción de religión ni de patria y nuestro Instituto, que ha sido fundado sobre las reiteradas órdenes del Pontífice Pío IX, posee un Rescripto, fechado, escrito y firmado de su puño y letra con los mayores favores que uno puede desear para extenderse en cualquier lugar y siempre; pero en este momento es todavía un pequeño grano de mostaza, puesto a prueba como todas las grandes obras religiosas, y nosotras no queremos que se nos conozca si no es por la sencillez cristiana. Por tanto no nos deis otro nombre sino el nuestro. Atengámonos a este excelente artículo del Fígaro que, espero, se completará con las suscripciones que nosotras le rogaremos que haga, y así quedarán satisfechos todos nuestros deseos.

Los términos de la carta del Señor Ministro del Interior, que aprueba la idea de una suscripción nacional, son muy favorables para no desear otras recomendaciones. Mientras tanto, nosotras nos esforzaremos para que todo salga bien esta tarde del 24 de febrero y os agradezco anticipadamente todo lo que haréis por nosotros”.

Madre Le Dieu tenía que asistir personalmente al concierto, aunque esto no le agradaba mucho: “Se me dice que estoy obligada a asistir personalmente con, al menos, una religiosa y algún niño. Este pensamiento no me entusiasma en absoluto. ¡Es ya suficientemente duro hacer todas las gestiones indispensables! El hecho de estar en el punto de mira de toda esta reunión mundana es para mí un suplicio”.

El 26 de marzo, la Madre anota en su cuaderno:

“El concierto resultó espléndido pero, como estuvo mal organizado, todos dicen que han perdido dinero. Esto nos ha costado 700 francos y nosotras hemos cobrado apenas 400 de los que el maestro Petit reclama no sé cuánto. Quién sabe cómo terminará todo este asunto que nos debía dar un beneficio de más de 1.000 francos”.

Todos podían creer en un orfanato del Estado, pero pocos podían comprender el estado del orfanato.

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